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EUA, 2003


Casa de la Cultura de Valencina (Sevilla) España, 20:30 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

20090204

PROMISES (J. Shapiro, B.Z. Goldberg y C.Bolado) Palestina, Israel, EUA, 2002. Viernes, 6 de febrero de 2009. 8,30h. Casa de la Cultura de Valencina

Aquí podéis ver la película completa de nuevo

Título original: PROMISES

Género: DOCUMENTAL

Escritor/a, Productor/a, Director/a: JUSTINE SHAPIRO y B.Z. GOLDBERG

Codirector y montaje: CARLOS BOLADO


Nominada al Oscar al Mejor Documental 2002
Rotterdam International Film Festival. Premio de la Audiencia, Mejor Película
Munich Film Festival. Premio Libertad de Expresión.
Jerusalem Film Festival. Premio Especial del Festival.
Locarno Internacional Film Festival. Premio especial del jurado.
San Francisco International Film Festival. Premio de la Audiencia. Mejor Documental.
Vancouver International Film Festiva. Premio de la Audiencia.
Hamptons International Film Festival. Mejor Documental.
Sao Paulo International Film Festival. Premio de la Audiencia. Mejor Documental.
Valladolid International Film Festival. Mejor Documental.
Paris International Film Festival (Rencontres). Premio de la Audiencia a Mejor Película.

El conflicto Palestino-Israelí visto por los niños. Documental rodado en Israel y Palestina. Hablan niños y niñas de ambas partes con tal sinceridad que parece que las cámaras estén ausentes, esta sinceridad propia de los niños nos acerca a comprender, sin tapujos políticamente correctos, la realidad que viven y la tensión que entre ellos existe sin siquiera conocerse.
Muy recomendable para quienes quieran trascender la versión mediática de este conflicto.

Sinopsis

Siete testimonios infantiles sobre lo que significa crecer en Jerusalén. Yarko y Daniel son dos mellizos israelíes interesados en el ejército, la religión y el voleibol. Mahmoud es rubio, de ojos ozules y partidario de Hamas. Le enseñan el Corán en el colegio como un manifiesto por la causa palestina. Su familia es dueña de una tienda de café y especias en el barrio musulmán de la ciudad vieja desde hace 3 generaciones; Shlomo, un niño judío ultra-ortodoxo reza ante el muro occidental. Shlomo estudia el Torá 12 horas al día; Sanabel, una refugiada palestina, proviene de una familia de árabes secularizados. Es bailarina y cuenta la historia de su pueblo a través de la danza tradicional palestina. Su padre, periodista, permaneció encarcelado en una prisión israelí durante dos años sin juicio; Faraj es un refugiado palestino que vive en el campo de refugiados de Deheishe. A los cinco años vio cómo un soldado israelí mataba a un amigo suyo; Moishe, un colono israelí de extrema derecha resume la esencia del conflicto: "Dios dio a Abraham la tierra pero los árabes llegaron y se apoderaron de ella". Los niños se conocen: Cuando Yarko y Daniel ven una foto Polaroid de Faraj surge su curiosidad. Preguntan: "¿Por qué no le visitamos?". Faraj no quiere saber nada de los niños israelíes hasta que Sanabel le reta: "No conozco a ningún niño palestino que haya intentado explicar nuestra situación a un israelí". Dando un paso que coge por sorpresa a los cineastas (y al público), Faraj inicia un encuentro con Yarko y Daniel. Los mellizos viajan al campo. Es la primera vez que han conocido a alguien del "otro lado". Comparten una comida y empiezan a intimar. Pero la promesa de amistad tiene corta duración dado que los obstáculos culturales y físicos frustran sus esperanzas de intimar. Dos años más tarde en un reflexivo y honesto epílogo, los niños, ahora de trece y quince años, comparten sus puntos de vista sobre "el otro", sus pensamientos sobre la posibilidad de conocerse y sus sueños para el futuro.

La hierba que sufre

Yarko, Daniel, Mahmoud, Shlomo, Sanabel, Faraj, Moishe. Siete niños -judios unos, palestinos los otros- que viven a escasos minutos. Siete niños separados, sin embargo, por la vertiginosa distancia creada por la historia de sus respectivos pueblos. Por años de violencia, terror y desarraigo. Por una cotidianidad marcada por el adoctrinamiento, el prejuicio, el fanatismo. Siete niños convertidos, en el magnífico documental Promises, en portavoces de un sector de población especialmente vulnerable al que nadie pide opinión, y en protagonistas de una experiencia reveladora: vivir, aún durante un breve espacio de tiempo, el descubrimiento del “otro”.
La nominación de este trabajo al Oscar de 2002 como Mejor Documental no es sino el justo reconocimiento a la decencia, valentía y habilidad narrativa demostradas por sus tres codirectores : la californiana Justine Shapiro, el bostoniano B.Z. Goldberg (interlocutor de los chavales ante la cámara) y el mejicano Carlos Bolado (responsable también del montaje, cuyo dominio ha demostrado en Como agua para chocolate o en Amores perros.
Rodado entre 1997 y 2000 -esto es, en un periodo de relativa calma, antes del inicio de la Segunda Intifada-, incluye algunas secuencias añadidas dos años después, cuando la reactivación del odio y su cosecha de dolor abren fisuras en la esperanza de los tempranos adolescentes.
El trío realizador nos sumerge en la vida de la abigarrada Jerusalén y en la de los campos de refugiados situados en su entorno con una notable inteligencia; esto es, descubriéndonos la pavorosa complejidad del conflicto palestino-israelí sin obviar ninguno de sus matices, sin construir un discurso unidireccional, abandonándose con toda sabiduría a la espontaneidad de sus personajes. Su recorrido por ese universo en el que son omnipresentes las armas, la amenaza latente o el recuerdo de las víctimas de uno y otro lado, desborda de esa manera emoción y sinceridad. Derrocha también un cálido humor y hallazgos narrativos tan brillantes como un improvisado duelo de eructos o la cómica declaración de principios de una princesilla atrapada por dos sillas apilables.
Hijos de judíos liberales descendientes de víctimas del nazismo o de rabinos integristas, hijas de militantes presos o de colonos sionistas, habitantes de los barrios árabe o judío de Jerusalén, de campos o de asentamientos... los niños ofrecen el reflejo nítido del laberinto iniciado aquel ya lejano 29 de noviembre de 1947, cuando la ONU aprobó partir el territorio recién abandonado por Gran Bretaña en dos zonas, una israelí y otra palestina.
El deseo de un futuro mejor, representado en la imagen de un recién nacido envuelto en una manta de voluntarista estampado, no oculta una realidad que tiempo atrás apuntaba el filósofo George Murrel: “cuando dos elefantes se pelean, es la hierba la que sufre”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dejo un poema dedicado a todas las víctimas de Gaza, especialmente a los niños y niñas. Es del poeta palestino Mahmud Darwish, fallecido este verano.

CADÁVERES ANÓNIMOS

Cadáveres anónimos.
Ningún olvido los reúne,
Ningún recuerdo los separa...
Olvidados en la hierba invernal
Sobre la vía pública,
Entre dos largos relatos de bravura
Y sufrimiento.
“¡Yo soy la víctima!”. “¡No, yo soy
la única víctima!”. Ellos no replicaron:
“Una víctima no mata a otra.
Y en esta historia hay un asesino
Y una víctima”. Eran niños,
Recogían la nieve de los cipreses de Cristo
Y jugaban con los ángeles porque tenían
La misma edad... huían de la escuela
Para escapar de las matemáticas
Y la antigua poesía heroica. En las barreras,
Jugaban con los soldados
Al juego inocente de la muerte.
No les decían: dejad los fusiles
Y abrid las rutas para que la mariposa encuentre
A su madre cerca de la mañana,
Para que volemos con la mariposa
Fuera de los sueños, porque los sueños son estrechos
Para nuestras puertas. Eran niños,
Jugaban e inventaban un cuento para la rosa roja
Bajo la nieve, detrás de dos largos relatos
De bravura y sufrimiento.
Luego escapaban con los ángeles pequeños
Hacia un cielo límpido.

Mahmud Darwish
Del poemario "No pidas perdón"

Anónimo dijo...

La película es maravillosa, tiene escenas inolvidables, como la niña que con enorme paciencia y tenacidad intenta separar dos sillas de plástico apiladas mientras va desgranando su futura vida como ama de casa, madre y esposa; la escena de Faraj llorando porque cuando acabe de rodarse el documental y se marche B.Z. (quien tampoco puede reprimir las lágrimas) no volverá a ver a Yarko y Daniel; la desolación de la visita a la cárcel donde está recluido el padre de Sanabel y la propia Sanabel, una niña de una enorme humanidad que puede dar lecciones a los adultos; la escena, casi surrealista, de Moishe explicando, con el rollo de la Torá en la mano, que esa tierra es de los judíos. Muy emotiva la escena de la visita de Faraj y su abuela, llave de la casa en mano, al lugar donde estuvo su aldea.
Es desalentador escuchar a niños, como Moishe (judío) o Mahmoud (palestino) víctimas, no ya de las balas y las bombas, sino del veneno de la intransigencia, el odio y los prejuicios inoculados por los adultos y la sociedad que les rodea. Es muy significativa la escena donde B.Z. le declara que es judío y Mahmoud se resiste a creerle, algo se descoloca en su interior.
Me ha parecido magistral el montaje. Gracias a una inteligente alternancia de las escenas, de los espacios, interiores y exteriores y de los distintos planos e introduciendo elementos como fotografías en blanco y negro, mapas e imágenes antiguas, ha conseguido “retratar” el conflicto en su dimensión humana actual, desde la visión infantil, pero sin escatimar su dimensión histórica, imbricando lo cotidiano con lo que lo trasciende.
La película mantiene la tesis de que en los territorios palestinos ocupados por Israel y en el propio Israel la promesa de un futuro en paz está en los niños y niñas, pero también transmite la idea de que ese futuro sólo llegará a ser una realidad si se les educa en el respeto y valoración de los otros, en y para la paz y la solidaridad, para compartir, para convivir "interculturalizados", si les dan oportunidades para el encuentro, el conocimiento y el reconocimiento mutuos, si se les educa en el rechazo a las identidades bunkerizadas, la intolerancia religiosa, los prejuicios raciales, si se destierran el miedo, el odio y la violencia. La conjunción de estos valores trabajados desde la infancia darán como resultado, desde abajo y en profundidad, la paz y la seguridad para todos. Pero en las circunstancias actuales la mayoría de los adultos no están en condiciones de ofrecer a las niñas y niños una educación que apunte en esa dirección. Ni a corto ni a medio plazo estará ahí la salida al conflicto.
En la presión internacional radica otra posible, aunque de distinta naturaleza, salida al conflicto. Un elemento clave en este sentido, ya probado con éxito en Sudáfrica, sería ligar las asociaciones económicas, políticas y militares con Israel a la aplicación del derecho y las resoluciones internacionales. El propio acuerdo de asociación entre la UE e Israel prevé la posibilidad de suspenderlo en caso de violación de su artículo 2 “las relaciones entre las partes, al igual que todas las disposiciones del presente acuerdo, se basan en el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos, que guían su política interior e internacional y constituyen un elemento esencial de este acuerdo”. El Parlamento europeo pidió en 2002 la suspensión de dicho acuerdo, pero la Comisión y el Consejo tumbaron la iniciativa (una prueba más del déficit democrático de la UE). Ni la UE en su conjunto, ni EEUU, ni la Federación de Rusia, ni China, por motivos económicos, geoestratégicos, neocoloniales e incluso tal vez por mala conciencia histórica, tienen de momento la más mínima intención de avanzar por este camino. Y la Liga de los Países Árabes está profundamente dividida en este asunto y es incapaz de adoptar una postura común. Pero siendo esto grave, lo es más que los países democráticos y civilizados del mundo practiquen el doble rasero, según si se trata de Palestina (perdón, de los territorios palestinos ocupados por Israel) o de Israel y que en declaraciones oficiales de altos dirigentes políticos recogidas por todos los medios de comunicación aparezca la masacre de Gaza como una acción defensiva de Israel. Queda descartada la presión de los gobiernos y países democráticos y civilizados del mundo por ahora.
Desechemos también, por más que improbable, la intervención unánime de los dioses de la zona, Yahvé, Dios y Allah en pro de la paz.
¿Quién queda para ayudar a los palestinos? Los ciudadanos y ciudadanas del mundo, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres no cegados por discursos falseadores ni paralizados por su opulencia, que movidos por su humanidad, su compasión y su rabia exijan al gobierno de Israel y a los israelíes, pongan fin a tanto sufrimiento y exijan a sus propios gobiernos que rompan lazos con Israel hasta que respete el derecho de los palestinos a los árboles, al agua, al aire, a la luz, a la esperanza, a un territorio sin muros ni alambradas, a una vida digna.

María