Próximas proyecciones en el CineClub Imaginario

2011
enero
viernes 7
LA CLASE (ENTRE LES MURS) (Laurent Cantet)Francia, 2008
viernes 28
21 GRAMOS (Alejandro González Iñárritu)
EUA, 2003


Casa de la Cultura de Valencina (Sevilla) España, 20:30 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

20090303

EL BOSQUE DEL LUTO "Mogari no mori" (Naomi Kawase) Japón, 2007. Viernes, 6 de marzo de 2009. 8:30 de la tarde en la Casa de la Cultura de Valencina


Página oficial de la película (Trailer, sinopsis, ficha técnica, ...)
Página de la distribuidora

SINOPSIS

Shigeki vive en una pequeña residencia para jubilados. Machiko, una de las empleadas de la residencia, le presta una atención especial. Sin embargo, ella está secretamente conmocionada por la perdida de su hijo. Después de celebrar el cumpleaños de Shigeki, Machiko decide llevarle a un paseo por el campo. Conducen a lo largo de pintorescas carreteras secundarias, pero el coche se queda averiado en una cuneta y deciden abandonarlo y emprender juntos un viaje de descubrimiento.

El comienzo del largometraje es ilustrativo para lo que el público se va a encontrar. Asistimos a un largo plano sostenido del viento moviendo los árboles, para a continuación enfocar un cortejo fúnebre que atraviesa el bosque, y después de varios minutos escuchar las primeras palabras de la cinta, pronunciadas por un monje budista a un grupo de jubilados a los que explica la diferencia entre "estar vivo" y "sentirse vivo". Estéticamente quedan ya definidas las pautas de un cine contemplativo y muy poético, de enorme belleza visual y potente sentido simbólico, pero también muy intimista y parsimonioso, que exigirá sosiego y tranquilidad en quien se disponga a verlo. La atención se centra en cada gesto y mirada de los personajes (magníficas las interpretaciones de Shigeki Uda y de Machiko Ono), en una palabra dicha a media voz entre el temor y la duda, en el contraluz y el cielo que tan pronto deja pasar los rayos de luz del sol como los oculta entre la negrura de nubes de lluvia. Es la tensión entre la muerte y la vida, entre el remordimiento y la necesidad de encontrar la paz de conciencia, entre la presencia de los seres queridos y su ausencia, entre la materialidad de lo terreno y lo etéreo de lo espiritual, entre la oscuridad y la luz.

La directora japonesa nos muestra un cine de exquisita sensibilidad y de profunda piedad, moroso y sin prisa para contar sucesos extraordinarios o exteriores durante el viaje, sin interés en desvelar el pasado de los protagonistas. Es un relato interior, un viaje emocional de ritmo lento, que se entretiene en recoger parajes de una gran belleza pero con una fuerte carga simbólica: no son simplemente estampas hermosas sino más bien estados sensoriales y emocionales de fuerte dramatismo. Le interesa acompañar a esas dos almas en pena que deberán sufrir vientos y lluvias intempestivas, rápidos fluviales que están a punto de costarles la vida, para después llegar a disfrutar de la tranquilidad y sosiego de haber cumplido con un deber de conciencia. El paisaje es el auténtico protagonista porque es trasunto del alma de los dos individuos atormentados por su pasado, y la película se convierte en una suerte de "ascensión" o "balada" a la montaña de Narayama, una constante del cine japonés. Con una cámara nerviosa que habla de la dificultad para atravesar la vida, el espectador asiste a momentos críticos seguidos de otros conmovedores, como la escena en la que, tras el aguacero torrencial, Machiko se quita la ropa para dar el calor de su cuerpo al anciano que tiembla con síntomas de muerte.

Crítica de Beatriz Maldivia

La directora proviene del documental, y ése es un enfoque que se nota en toda su filmografía, desde decisiones más evidentes como contar con operadores de cámara que también provienen del documental y el empleo de actores no profesionales, hasta otras mucho más sutiles que tienen que ver con la puesta en escena o el fuera de campo.

‘El bosque de luto’ es una espléndida forma de adentrarse en el más que interesante cine de Naomi Kawase. La película nos narra, con toda la parsimonia que eso requiere, la historia de Machiko, una joven enfermera en un asilo, y la de Shigeki, uno de los ancianos que allí son atendidos. Ambos personajes viven sumidos en una profunda tristeza por la pérdida de un ser querido: su hijo, en el caso de Machiko, y su mujer en el caso de Shigeki.

En vez de cargar las tintas dramáticas, Naomi Kawase apuesta por la sutileza y la sobriedad: la angustia de estos dos personajes es muy contenida y se manifiesta de forma ejemplar en la frase que Shigeki le hace al monje budista que visita al asilo: “¿Cómo sé si estoy vivo?”. El monje le responde con una doble pregunta: para saber si estás vivo hay que saber dos cosas. La primera, y muy fácil, es si comes arroz y condimentos. La segunda, más difícil, es saber si experimentas sensaciones.

A partir de ahí, el destino de Machiko quedará unido al de Shigeki: un día, durante un viaje en coche, el anciano escapará hacia el bosque en busca de la tumba de su mujer, y Machiko lo perseguirá. Comienza un viaje de dos días en el que los personajes tendrán que sentir, que recuperar sus vidas anuladas por el dolor.

La sutileza con la que Kawase filma su relación es magnífica: todo son actos cotidianos que esconden un poderoso subtexto. Todo son elegantes metáforas, como la del río que se desborda mientras el anciano intenta cruzarlo. Machiko le implora, llorando, que no cruce, que el peligro es muy grande. Una vez Shikegi desiste, abraza a una desconsolada Machiko mientras le dice “el río nunca volverá a su fuente”. Una metáfora tan sencilla como eficaz sobre la aceptación de la muerte.

El estilo visual de Kawase es, asimismo, muy acertado. Una peculiaridad de esta directora es su trabajo con el fuera de campo: todos los sonidos comienzan antes de que podamos descifrar cuál es su fuente; los personajes reaccionan ante cosas que no hemos visto. Es la cámara en mano, con su inquietud de documental (aunque para nada mareante) la que nos va descubriendo la realidad que nos rodea. Y me parece la mejor opción para una película que nos quiere contar el redescubrir la vida, y que alcanza la excelencia en su emotiva – e igualmente sutil – escena final.

Si Imamura, en ‘La balada de Narayama’, nos contaba el estoico peregrinar de unas gentes hacia el aceptar su propia muerte, Naomi Kawase, en ‘El bosque de luto’ nos cuenta el peregrinaje hacia volver a descubrir la vida. Una sobria, elegante y emotiva película que incluso dentro de sus lentitud transmite tantas sensaciones que merece la pena.

Aquí podéis ver la película completa

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